“CeroCeroCero, que ahora edita Anagrama, es un libro muy particular con historias entrecruzadas como la anterior. No se puede decir que sea una novela, puesto que la ficción queda relegada a un segundo plano. Tampoco una investigación periodística al uso sobre el tráfico mundial de cocaína, ya que adolece de información detallada de las personas entrevistadas o de un hilo de análisis. Sin embargo, no leerán nada mejor sobre la droga desde Ciego de nieve, aquel extraordinario reportaje de los setenta escrito por Robert Sabbag, que, por cierto, reedita estos días Capitán Swing tras la primera publicación el siglo pasado por parte también de Anagrama. Como A sangre fría, de Capote, CeroCeroCero es como se dice ahora una novela de no ficción de un escritor, Roberto Saviano (Nápoles, 1979), cuya fama es equiparable a la de las estrellas del rock, que vive desde 2006 protegido por escolta policial, a partir del momento en que con 26 años dio a la imprenta Gomorra, un libro que cambió la forma de describir la situación en Italia y el negocio de los camorristas.
“La cocaína es el caviar del mercado de la droga. Zachary Swan, el legendario traficante de Sabbag ya lo había advertido en su vertiginoso y alucinante viaje de Nueva York a Bogotá. El negocio montado en torno a petróleo blanco mueve el mundo. La cocaína es un pozo cíclico. No está expuesta a los recursos ni la inflación del mercado. Hay demasiados rincones del mundo que viven sin hospitales, Internet o agua corriente. Pero no sin cocaína. El consumo de la droga se dispara. Los costes son mínimos, el margen de beneficio inmediato, alto. No hay valores cotizados que pueden generar los mismos ingresos. La inversión más temeraria, la especulación más anticipatoria, los movimientos rápidos de enormes flujos de dinero que imponen las condiciones de vida de continentes enteros, no consiguen una multiplicación del valor ni remotamente comparable a las del polvo blanco. En el negocio de la coca, la riqueza, que por lo general, las grandes sociedades instrumentales logran en décadas de inversiones y de especulación financiera, se acumula en unos pocos años. Si un grupo empresarial se las arreglase para operar con la cocaína, alcanzaría un poder imposible de lograr por cualquier otro medio. De cero a mil, ningún otro motor económico cuenta con la misma aceleración”.
La Opinión de Málaga, 15 de marzo de 2014