Tribuna política
El reformismo, identidad por recuperar en el PP, debe guiar su agenda política a partir de ahora. Es imprescindible impulsar reformas con el objetivo de fortalecer nuestro sistema democrático y frenar el debilitamiento de las instituciones que busca, y del que se favorece, el populismo. Las reformas pendientes son de sobra conocidas y algunas de ellas ya estaban presentes en el programa electoral con el que concurrió el Partido Popular a las elecciones de 2011. La despolitización de la Justicia para garantizar un Estado de Derecho que controle eficazmente a los actores públicos, evitando arbitrariedades y protegiendo la libertad e igualdad de los ciudadanos; la introducción de un sistema de doble vuelta para entregar a los votantes la capacidad de elegir directamente a los alcaldes, sin apaños partidistas postelectorales; la reforma electoral que acerque los representantes políticos a los ciudadanos y refuerce el papel de los diputados como representantes y depositarios de la soberanía nacional; la reforma de la Ley de Partidos para garantizar su funcionamiento democrático; la reforma del sistema de pensiones para asegurar su viabilidad futura; la reforma de la función pública para garantizar su independencia y eficiencia, etc. Estas son algunas de las reformas que en Red Floridablanca consideramos necesarias para fortalecer nuestro modelo institucional.
Además, hay una gran reforma pendiente, que de no hacerse tampoco pasará desapercibida ante los españoles: la reforma interna o la renovación del propio PP.
El presidente del PP, cuyo mandato venció hace más de un año y medio -cuando debía haberse celebrado el Congreso Nacional- ha despejado dudas y ha dicho que, al fin, los congresos pendientes (nacional, regionales y provinciales) tendrán lugar antes de diciembre de este mismo año (casi dos años después de lo estipulado los estatutos). Sin embargo, no ha aclarado si el congreso será abierto, y con la fórmula un militante un voto, o si se celebrará bajo la fórmula tradicional de compromisarios, es decir, una elección dirigida de arriba abajo.
EL MUNDO, Miércoles, 13 de julio de 2016