José María Álvarez le ha dedicado versos al amor, al deseo, a los héroes pero también a Hayek, junto a Von Mises, autor de cabecera del liberalismo, una doctrina hoy prácticamente extinta en el debate político español: «Recuerdo una mañana, recuerdo que había niebla, / y aquella librería / de viejo, en Cambridge, cerca del río; / de pronto ese volumen:/ THE CONSTITUTION OF LIBERTY. / Qué horas de dicha, de / descubrimientos, de sentirme ratificado / en tantas conjeturas…«. El poeta sigue sintiéndose tan amparado por el economista autriaco como por Cavafis, Stevenson, Tennyson, Eliot, Shakespeare… cuyas obras ha estudiado y traducido al castellano. También por Borges, su gran amigo, y a quién se atrevió a enmendar un verso. Osado, dirán algunos.
Usted reside en París. En Francia, el conflicto con el mundo árabe parece más evidente.
¿Qué es el mundo árabe? Hay tantos como naciones e incluso clanes. Como dice Lawrence de Arabia la primera dificultad consiste en definir quiénes son los árabes. Para mí el problema es no digamos árabe, sino nuestro. Los yihadistas lo tienen muy claro. Su actual determinación, en muchos de ellos, es sustituir nuestras costumbres por las suyas, aniquilar nuestra forma de vida para implantar leyes que aquí habíamos dejado atrás hace mucho tiempo. No ha salido de ellos, sino que han sido municionados ideológicamente por nuestras universidades, nuestros gobiernos, esa maldita intelligentsia de Izquierda ante la que, en vez de establecer una pública batalla de ideas que los desenmascarase, los que hubieran podido hacerlo han optado perversamente por entregarles las riendas del pensamiento y de los medios económicos para llevar a cabo esa inmensa traición. Es el mismo proceso que con nuestros nacionalismos: han hecho lo que se les ha permitido hacer.
Lo cierto es que Cataluña ha llegado muy lejos.
Lo que hay que tener en cuenta es cómo han llegado ahí. Se les ha permitido tener unos gobiernos que adoctrinan a los niños en la falsedad. ¿Por qué no se ha ido un furgón de la Guardia Civil a detener a los que votaron en el Parlament a favor de desobedecer las leyes? Lo grave es preguntarse qué va a hacer el Gobierno central. ¡Pues les va a dar más! Al menos en la II República, que ahora los ignorantes pintan tan idílica, se atrevieron a detener a Companys cuando proclamó la independencia.
¿Y la cultura?
Ese palabro…La literatura, el arte… Todo eso está moribundo. Es muy difícil que sobreviva, al menos durante bastante tiempo, luego nadie sabe si habrá un renacimiento. Pero ahora… Siempre han sucedido situaciones parecidas. Piense en la riqueza de nuestra poesía, ya desde Berceo, y ese siglo XV, y nuestro Siglo de Oro, la libertad de expresión, la imaginación. Y entonces vinieron los Borbones -me refiero a Felipe V- con sus luminosas y paternalistas ideas sobre el papel del Estado, y decidieron que había que ordenar la cultura, debía ser, entre comillas, culta y moderada, y todo se apagó y nos invadió el cartón piedra. ¿Y hoy? La producción en serie de aberraciones promocionadas por una crítica inculta y venal, y que compran muy felices estos nuevos ricos cuya sensibilidad debe estar al nivel de las cucarachas. Yo creo que la primera medida, sin la cual no veo posibilidades de renacimiento, es la supresión de toda ayuda con dinero público al arte, el cine, la literatura, que el Estado, ni ministerios, ni comunidades, aquí, ni ayuntamientos, no tenga la menor relación con todo eso. Y desde luego, como saludable, esencial y urgente, la absoluta desaparición de esa abominación del Pensamiento Correcto.
EL MUNDO. Sábado 5 de noviembre de 2016