En el año 2004, David Carr, periodista del diario The New York Times, inició una investigación que se prolongó tres años. Realizó sesenta entrevistas y almacenó cientos de expedientes médicos, documentos legales e informaciones publicadas; contrató reporteros para que buscasen en el fondo de los archivos el último rastro del hombre sobre el que quería escribir.
Ese hombre era él mismo: reportero y columnista de prestigio, casado y con tres hijos, que llevaba una vida acomodada y viajaba por el mundo dando conferencias. Pero necesitaba ayuda (“Todos recordamos las partes del pasado que nos permiten afrontar el futuro”, decía) porque su pasado no conectaba con su presente. Su primera mujer, a la que pegó en varias ocasiones, rompió aguas mientras los dos fumaban crack, vivieron en una casa en las que se sucedían tales fiestas de vodka y cocaína que los invitados se iban incómodos al ver a bebés en medio, había vendido drogas y su mejor amigo acabó apuntándole con una pistola. ¿O quizás fue él el que apuntaba? Su relato de 500 páginas es sobre quién tenía esa pistola. Sobre lo que él recuerda, lo que le contaron y la distancia de ambas cosas a lo que realmente sucedió.
La noche de la pistola (Libros del KO, traducción del inglés al español de María Luisa Rodríguez Tapia) es el libro que el hermano de David Carr pensó que nunca iba a leer porque “nadie va a creer que esto le pasó a una sola persona”. Para un periodista tan obsesivo con los hechos, escribir su vida era el mayor reto (“La historia parece bastante fantástica e irreal”, reconoce él mismo).
EL PAÍS. Lunes 12 de junio de 2017