La importancia de los hábitos sociales, de un cambio en esos hábitos es, a este respecto, decisiva; Cuando se produce, la vida de los ciudadanos es otra. Y es que, a diferencia de otros movimientos la Red establece una relación intima con el usuario puesto que, a la vez que este entra en ella, sea para resolver un problema o una duda, sea por puro placer adictivo, en justa reciprocidad, la Red entra en el usuario tocado o afectando sus puntos más sensibles, trazándole o configurándole un carácter, un perfil—Como suele decirse—, al tiempo que ofreciendo a los otros, al mundo entero, la posibilidad de que le conozcan tal cual es o como quisiera ser. Algo que no le sucede, como decíamos, a quien se compra un nuevo coche, por ilusión que le haga conducir un ejemplar de tal o cual marca; ni emprender un vuelo intercontinental, por no hablar ya del tren o el metro. Para el usuario—y aunque no sea consciente de ello—más estimulante que utilizar la Red es la posibilidad de ser él quien se vuelque en ella.
Lo propio de la red es su capacidad de introducirse en todos los órdenes de la vida del individuo, de cada individuo. Y ese cambio, que por su carácter generalizado produce en los hábitos sociales creando así un antes y un después, da pie a empezar a pesar que tal vez nos encontremos ante un cambio de Edad similar al que creó en el Renacimiento, en el tránsito de la Edad Media y la Edad Moderna.
El País (Andalucía) – 15 de Mayo de 2015