El intento de golpe de Estado del 15 de julio marcó un antes y un después, no sólo en la historia de Turquía sino en sus relaciones con la Unión Europea. La tibia reacción de Bruselas ante el ataque más grave cometido contra la democracia en un país candidato, que causó la muerte de 240 personas inocentes, plantea serias dudas sobre la fiabilidad de la Unión como socio y su compromiso con la democracia, los derechos humanos y el Estado de derecho, que constituyen sus principios fundamentales. Que Europa sea o no capaz de recuperar el aprecio de millones de turcos nos dirá si la UE sigue teniendo posibilidades de sobrevivir.
En las últimas semanas, el pueblo turco no ha recibido de los dirigentes europeos el apoyo que esperaba después de un golpe tan sangriento. Cada palabra de condena pronunciada de mala gana por Occidente ha ido acompañada de una larga lista de peros, condiciones y salvedades.
EL PAÍS, Martes, 6 de septiembre de 2016