¿Quién no hubiera querido tener un abuelo sefardí de Tesalónica, con sus llaves de la casa de Toledo guardadas y su cancioncita en castellano antiguo? ¿Un viejo ladino en las fotos que le pusiera un poco de misterio a la familia? A Jorge Luis Borges le echaron en cara una vez que fuera judío y el escritor argentino respondió en un texto que ya le gustaría a él, que ya le había dedicado un montón de horas a encontrar al pariente hebreo (llegó a tener expectativas sobre su segundo apellido, Acevedo, que le sonaba a judeu portugués ) pero que no había encontrado a nadie en su familia que justificara ese reproche, ese orgullo. «Doscientos años [de genealogías] y no doy con el israelita, doscientos años y el antepasado me elude. Estadísticamente los hebreos eran de lo más reducido».
EL MUNDO, Lunes, 5 de septiembre de 2016