“Mire, yo soy una feminista igualitaria, eso es que exijo un trato equitativo para hombres y mujeres en todos los ámbitos. Y si una mujer hace el mismo trabajo que un hombre, le tienen que pagar lo mismo. Y sin embargo, ahora las feministas se apoyan en no se cuantas estadísticas para afirmar que las mujeres en general ganan menos que los hombres. Pero esos gráficos son fácilmente rebatibles, las mujeres suelen elegir trabajos más flexibles (y, por lo tanto, peor pagados) para poder dedicarse a sus familias. También prefieren los trabajos que son limpios, ordenados, seguros. Los que son sucios y peligrosos se los suelen endosar a los hombres, que también suelen estar más presentes en áreas más comerciales. Tienen una vida mucho más desordenadas, pero eso, por su puesto se remunera”
“En 1972 yo era la única estudiante de Yale abiertamente lesbiana y dios sabe lo que me pudo costar aquello profesionalmente, pero luego a finales de los 70 y los 80 empezó a proliferar el identitarismo. Se crearon los departamentos de género, los estudios afroamericanos… y esa institucionalización de las identidades es lo que está a punto de cargarse las universidades en EE.UU. Ahora lo que hay es una serie de administradores y burócratas que justifican su sueldo enseñando literatura y arte desde un punto de vista identitario. ¡Enfermizo! Yo abogo por la visión verdaderamente multicultural que teníamos en los 60, que era lo opuesto a los estudios de mujeres, de gais, de afroamericanos… no se puede meter el arte o la historia en compartimentos de jerga, clichés… (…) Lo que pasa es que estas burguesas, las feministas, es una forma de religión. Quieren un dogma y eso es lo que han encontrado en las identidades. Y si la gente contempla la política como si fuera su salvación, su dogma, acabas de crear el infierno”
Por Emilia Landaluce
El Mundo, 9 abril 2018