(Artículo de Tom Burns Marañón)
“Mi amiga decía que se había acrecentado un listado de problemas a la par que había aumentado la deuda pública que generaciones futuras tendrán que refinanciar. Empezó hablando del utterl y unacceptable nivel de desempleo y de lo que esta atroz tasa implica en términos de paro de larga duración, de economía sumergida, de una juventud <perdida> sin salida laboral y de fuga de talento. Pasó a hablar de la clase media penalizada y exprimida y de la brecha de la desigualdad. Luego se refirió a la corrupción, que entendía como sistémica entre muchos dirigentes, a la negación de tanta golfería por parte de la clase política y a la consiguiente fuerte sensación de desprecio hacia ella por parte de la opinión pública. Le preocupaba la quiebra prácticamente total de confianza en los dos grandes partidos y dijo que la política en España corría un muy serio riesgo de italianizarse.
Por otro lado, le había impresionado hondamente la caída en picado de la popularidad de la jefatura del Estado. Por último, se refirió al problema catalán. La Diada de 2012 había sido un aldabonazo para actuar con imaginación y de manera decisiva; la Diada de 2013 era la prueba de que no se había hecho nada. Había estado unos días en Cataluña y le parecía inevitable el <choque de trenes>”.
Expansión, 30 de septiembre de 2013