“Hasta hace unos meses, la mayoría de las interpretaciones oficiales de la historia del arte situaban a Vasili Kandinski como el primer pintor que llegó a la abstracción. O, en su defecto, se apuntaba a Mondrian, Malevich o Kupka como precursores de la ruptura con la figuración que se produjo en el primer cuarto del siglo XX. Sin embargo, nadie había llegado a plantearse la posibilidad de que la pionera fuese una mujer. Una sueca llamada Hilma af Klint (1862-1944), a la que se le atribuye un universo de obra abstracta que habría empezado a alumbrar, en sesiones de espiritismo, a finales del XIX, en los años que rodean el cambio de siglo. Por ejemplo, las pinturas que reciben al espectador en la retrospectiva que le dedica el Museo Picasso de Málaga fueron realizadas entre 1906 y 1907.
“Tales fechas serían un dato más, una apreciación irrelevante, si no fuera porque hasta 1911 no se autoproclamó Kandinski como el primer artista en descubrir la abstracción en su libro De lo espiritual en el arte. Ahora, la irrupción de la figura de Hilma af Klint ha hecho que algunas de las verdades absolutas del arte europeo del siglo XX se tambaleen.
“La creadora sueca era una gran desconocida hasta que, la pasada primavera, el Moderna Museet de su Estocolmo natal le dedicó la misma exposición que acaba de aterrizar, procedente del Hamburger Bahnhof de Berlín, en la pinacoteca malagueña.
“[…] No obstante, Hilma af Klint siempre insistió en que no era ella la que producía directamente su obra, y que sólo actuaba como el vehículo a partir del cual se creaba de forma inconsciente, <en conexión con sus guías espirituales de otra dimensión>.
“Tales planteamientos la acercó de forma temprana a Rudolf Steiner, quien a la postre sirvió de inspiración al propio Kandinski. En 1908, el responsable en Alemania de la Sociedad Teosófica, llegó a visitarla en su estudio, y a conocer las pinturas que hacía como médium y sólo enseñaba a unos pocos elegidos”.
El Mundo, 22 de octubre de 2013