“Fue la exclusiva que selló para siempre la leyenda de David Frost. Con su estilo incisivo, el periodista inglés, fallecido el 31 de agosto, arrancó una insólita confesión a Richard Nixon sobre el Watergate en 1977. La charla arranca con el Plan Huston: una iniciativa para controlar a la oposición a través de pinchazos telefónicos, infiltración en grupos antibélicos y <trabajitos de bolsa negra>: asaltos a inmuebles como el cuartel demócrata en el edificio Watergate, el origen del escándalo.
“-Frost: ¿Diría que hay algunas situaciones -y el Plan Huston era una de ellas- en las que el presidente puede decidir cuál es el interés de la nación y hacer algo ilegal?
“-Nixon: Bueno, cuando el presidente lo hace, no es ilegal.
“-F: Por definición.
“-N: Exacto, exacto. Si, por ejemplo, el presidente aprueba algo por motivos de seguridad nacional, o en este caso por una amenaza a la paz y la seguridad interior de una magnitud significativa, entonces la decisión del presidente permite a aquellos que la llevan a cabo poder hacerla sin violar la ley. Si no, se encuentran en una posición imposible.
“-F: El asunto es: ¿la línea divisoria es lo que opine el presidente?
“-N: Sí. Y para que nadie se lleve la impresión de que un presidente puede hacer lo que quiera con su país, debemos tener en mente que el presidente debe enfrentarse luego a los electores. También que el presidente debe conseguir presupuesto del Congreso. Y que las operaciones ocultas de la CIA y del FBI, a lo largo de los años, han sido reveladas de una forma muy, muy limitada a diputados de confianza del Congreso.
“[…] –N: Media hora antes de dimitir en televisión, me reuní con mis colaboradores. De repente, la mitad de la gente estaba llorando. Eso me empujó al límite. Me puse a llorar. Y dije: <Lo siento, espero no haberos decepcionado>. Lo había hecho: decepcioné a mis amigos, al país, nuestro sistema de gobierno y los sueños de todos esos jóvenes que deberían entrar en el gobierno pero pensarán que es demasiado corrupto. Sobre todo, rompí la posibilidad de dedicar dos años y medio más a grandes proyectos para obtener una paz duradera. Sí, decepcioné a los americanos. Y debo arrastrar esa carga conmigo toda la vida. Mi carrera política está acabada. Así que sólo puedo decir en respuesta a su pregunta que, si bien técnicamente no cometí un crimen, una falta digna de un impeachment, eso son legalismos. Al tratar este asunto, estaba tan abrumado que cometí grandes errores de juicio. Los peores fueron errores de corazón más que errores de cabeza, pero debo decir que un hombre en ese puesto debe tener corazón, pero su cabeza siempre debe dominarlo”.
El Mundo, 8 de septiembre de 2013